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Crítica de 'Tomorrowland: El mundo del mañana': Aventuras 'made in Disney'



Casey es una adolescente curiosa y con grandes conocimientos científicos que sueña con ser astronauta. Un día, encuentra un pin mágico que, al tocarlo, le transporta a un lugar llamado Tomorrowland, no el festival de música electrónica, sino una especie de mundo paralelo donde las mentes más brillantes y creativas de la humanidad viven en armonía y pueden poner en práctica todos sus inventos lejos de trabas burocráticas. Bajo esta interesante premisa se desarrolla Tomorrowland: El mundo del mañana, el nuevo trabajo de Brad Bird, un director que, tras una exitosa trayectoria en el cine de animación (El gigante de hierro, Los increíbles y Ratatouille), dio el salto a la acción real con Misión imposible: Protocolo fantasma, con un resultado bastante satisfactorio.


Tomorrowland: El mundo del mañana es Disney en estado puro, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva. ¿Lo bueno? Que es un auténtico derroche de imaginación, que visualmente es una delicia y que entretiene de principio a fin. ¿Lo malo? Que pretende agradar a todo tipo de público, adoptando para ello un tono familiar y por momentos infantil que limita sus posibilidades de convertirla en una gran cinta. Digamos que se conforma con ser una película más de aventuras 'made in Disney', un digno entretenimiento de dos horas pero que no deja poso alguno en el espectador. Pero si algo me ha tocado especialmente las narices es el mensaje ecologista con moralina que no viene a cuento en un supuesto filme de aventuras como este. Al final, lo único que queda en la retina al salir del cine son esas maravillosas imágenes de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia transformada en un mundo futurista que deslumbra con cada detalle.

El reparto está a la altura de la cinta: bien, sin más. Britt Robertson está más que correcta, aunque sus constantes gritos resultan un poco exasperantes, mientras que a George Clooney le basta con actuar con el piloto automático encendido para no desentonar. En cambio, a Hugh Laurie, sin estar del todo mal, soy incapaz de verlo y no ver al Dr. House, por lo que parece que ha caído en el peligroso terreno del encasillamiento. Quizá el papel más complejo e interesante sea el de la jovencísima Raffey Cassidy, que hace un trabajo encomiable con tan solo 12 años. En cuanto a la banda sonora, a pesar de estar compuesta por el gran Michael Giacchino, tampoco queda en la memoria una vez finalizada la película.


Es de agradecer en los tiempos que corren que una superproducción de casi 200 millones de presupuesto sea una historia original y no una adaptación, secuela, remake, reboot, etc. El resultado dista de ser perfecto, pero cumple su cometido de hacer pasar un rato agradable. Lástima que la taquilla no haya respondido como se esperaba, porque eso significa que la próxima vez se lo pensarán dos veces antes de arriesgar con un proyecto nuevo y, por tanto, seguiremos sumidos en la crisis de originalidad que asola Hollywood en los últimos años.

Mi reacción tras ver Tomorrowland: El mundo del mañana:

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Estudiante de Periodismo en la Universidad Miguel Hernández de Elche. Cinéfilo y musicadicto pero, por encima de todo, una bellísima persona.

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