Lo reconozco: soy un acérrimo defensor de ‘Godzilla’ (1998,
Roland Emmerich). La vi con apenas ocho años, y a esas edades, ver en una
pantalla de cine a un lagarto gigante destruyendo edificios era lo más de lo
más. Salí de la sala con los ojos abiertos como platos, y todavía conservo
algunos juguetes de la criatura con los que jugaba a crear mi propia versión
casera de la película, cambiando los edificios por cajas de cartón. Cuando me
meto en diferentes foros de Internet solo leo palos hacia ella, y sí, puede que
mi opinión esté un tanto cegada por haber sido una de las cintas con las que he
crecido, y puede que si la viera ahora mismo no me hiciera sentir lo mismo, pero
el recuerdo que guardo de todas las veces que la he visto es muy agradable.
Dicho esto, y dieciséis años después, llega una nueva
versión americana de este famoso monstruo que es todo un icono en Japón. Ya se
intuía en los tráilers que esta versión poco iba a tener que ver con la de
Emmerich, y que se iba a apostar por un tono más serio, dramático y humano, con
todo lo bueno y lo malo que ello conlleva. ¿Lo bueno? Muchas cosas, destacando
el trabajo de Gareth Edwards, un director que se enfrentaba a su primer film de
gran presupuesto y al que habrá que seguir la pista, porque ofrece detalles de
enorme talento. La cinta respira un aire apocalíptico a lo largo de todo su
metraje que nos mantiene en constante tensión, haciéndonos creer por momentos
que estamos asistiendo al puto fin del mundo. Este Godzilla impone respeto y da
miedo de verdad, y otro de sus puntos a favor es su diseño, mucho más fiel al
de las películas originales japonesas. En el apartado técnico, visual y
estético, nada que objetar. Los efectos especiales son potentísimos y los 160
kilos de presupuesto lucen de maravilla, y hay algunas escenas que, acompañadas
de una buena banda sonora, ponen los pelos de punta.
Pero por desgracia no todo es bueno, y pese a sus virtudes,
que son muchas, también tiene algunos apartados en los que cojea y que la dejan
a las puertas de ser la gran película que podía haber sido. Uno de los mayores
atractivos de la cinta era un reparto de lo más interesante formado, entre
otros, por Aaron Taylor-Johnson (‘Kick-Ass’), los nominados al Oscar Ken Watanabe (‘El último Samurai’) y David Strathairn (‘Buenas noches, y buena suerte’), la ganadora del mismo Juliette Binoche (‘El paciente inglés’) y el
gran Bryan Cranston (‘Breaking Bad’). Sin embargo, estos nombres tan destacados
se ven tremendamente desaprovechados por culpa de unos personajes carentes de
interés y con los que no se termina de conectar en ningún momento. Bryan
Cranston es probablemente el más desaprovechado de todos, ya que si hubiera
tenido un mayor peso en la cinta, el resultado habría podido ser bastante
superior.
Y otro aspecto que me ha decepcionado tiene que ver con el
propio Godzilla: aparece muy poco. Por un lado me gusta el ritmo in crescendo que tiene el film, creando
un caldo de cultivo que termina estallando en su último tramo, pero al final la
sensación que deja es de “¿ya está?”. Y otra cosa que no me gusta, aunque ya se
avanzara en los tráilers, es que aparezcan más monstruos. Quiero que Godzilla
sea el protagonista absoluto y que todo gire en torno a él. Introducir más
bichos le da puntos en lo que a espectáculo se refiere, pero se los resta en
seriedad y realismo (dentro de las limitaciones que una peli de este tipo
ofrece, claro está).
"Pero
entonces, ¿te ha gustado o no?". Sí, me ha gustado, me lo he pasado
bien y veo muy buenas ideas en este nuevo enfoque que han querido darle a
la franquicia, pero faltan detalles por pulir de cara a una más que
segura secuela. Puede que este Godzilla sea un punto de inflexión y
marque el rumbo a seguir por las películas de monstruos en los próximos
años (algo así como lo que consiguió el Batman de Cristopher Nolan con
el cine de superhéroes), y aunque el resultado no haya sido del todo
sobresaliente, puede que estemos ante la antesala de algo mucho más
grande que está por llegar.
0 comentarios:
Publicar un comentario