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Crítica de 'Mommy': Emociones a flor de piel



Lo de Xavier Dolan es algo extraordinario. Escribió su primera película con 16 años y la dirigió, produjo y protagonizó con 19, consiguiendo varios premios en el prestigioso Festival de Cannes. A día de hoy, con 26 años recién cumplidos, este jovencísimo director canadiense cuenta en su haber con una filmografía que ya la quisieran muchos veteranos. En su corta pero prolífica carrera, ha demostrado una personalidad y madurez cinematográfica impropia de alguien de su edad. Su último trabajo, 'Mommy', es una prueba más de ello y la consolidación de Dolan como uno de los cineastas con mayor proyección de futuro en el panorama internacional. La temática de la cinta, como viene siendo habitual en el cine de Dolan, gira en torno a una compleja relación materno-filial. En este caso, los protagonistas son Diane (Anne Dorval), una madre coraje que se ha quedado viuda, y su hijo Steve (Antoine-Olivier Pilon), que sufre el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, lo que le hace tener una actitud impulsiva y violenta. Más tarde conocerán a Kyla (Suzanne Clément), vecina de ambos, a quien les unirá una relación muy especial.


Lo primero que llama la atención cuando comienza la película es que nos encontramos con un inusual formato vertical 1:1, es decir, con las típicas bandas negras situadas a ambos lados de la pantalla en lugar de arriba y abajo, como estamos acostumbrados a verlas. Este recurso, que a priori podría parecer absurdo e innecesario, adquiere todo su sentido y se convierte en genialidad cuando comprobamos, en una memorable secuencia con el Wonderwall de Oasis de fondo, que el campo visual se ensancha y se vuelve a comprimir en función del estado de ánimo de los personajes. Pero Dolan todavía no quiere subirse la bragueta y sigue derrochando talento con un majestuoso uso de la música, creando una armonía perfecta entre imagen y sonido que da lugar a escenas de una belleza y un lirismo que hipnotizan.

La película, dado el tema tan delicado que aborda, es dura, triste y desasosegante durante la mayor parte de su metraje, pero también hay momentos alegres y divertidos en los que se agradece esbozar una sonrisa. Por su parte, los personajes destacan por mostrar una profunda humanidad, gracias en buena medida a unas interpretaciones en todo momento creíbles por parte del trío protagonista. Mención especial al papelón que se marca el joven Antoine-Olivier Pilon, cuya mirada transmite con un realismo que asusta la rabia e impotencia de un chico condenado a no ser feliz. Este sentimiento se puede extrapolar a su madre, una también sensacional Anne Dorval, que sufre y no sabe qué hacer para controlar los episodios de locura transitoria de su hijo.


Si el cine consiste en transmitir emociones mediante imágenes, 'Mommy' es un logro cinematográfico y una experiencia que trasciende la pantalla. A lo largo (o corto) de sus 140 minutos, me ha hecho sufrir, me ha hecho reír y me ha hecho reflexionar, pero sobre todo, me ha hecho emocionarme. Una vez acabada y reposada, me vienen a la cabeza numerosas escenas y planos que han quedado grabados a fuego en mi mente, y eso es algo que me ocurre con muy pocas cintas. Xavier Dolan ha conseguido algo que muchos directores no consiguen en toda su carrera, que es crear un universo propio, gracias a un cine muy personal, humano, visual y sensorial. El futuro es suyo y lo sabe.

Mi reacción tras ver 'Mommy':

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Estudiante de Periodismo en la Universidad Miguel Hernández de Elche. Cinéfilo y musicadicto pero, por encima de todo, una bellísima persona.

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