'Transformers: La era de la extinción' es ya la cuarta (y tened por seguro que no será la última) entrega de la franquicia robótica y, pese a los significativos cambios que ha sufrido respecto a las anteriores, hay cosas que no han cambiado. La película arranca con un aparente tono serio, pero conforme avanza su metraje, Bay va poniéndose cada vez más nervioso hasta que al final no aguanta más y necesita volver a introducir sus ya habituales chistes de mierda, mandando al carajo cualquier mínimo atisbo de epicidad que pudiera haber. Los robots, por alguna razón que se me escapa, muestran en cada entrega un mayor retraso y un comportamiento más estúpido. Y por supuesto, todo explota. Bay se ha propuesto que cada película que haga debe ser más grande que la anterior, y en ese sentido asistimos a una auténtica "orgía pirotécnica" (ojo al concepto). Como decía, todo esto son características siempre presentes en el cine de Bay y deben ser asumidas por el espectador si no quiere romper a llorar durante su visionado.
No puedo contar nada de la historia porque, si os digo la verdad, no me he enterado de un pijo, no sé si porque es tan sumamente compleja que no está al alcance de mi comprensión o porque su potencia visual me ha saturado de tal manera que mi cerebro no ha dado para más. Además, es larga. Muy larga. Demasiado larga. 165 minutos de explosiones son demasiados y eso no hay córneas ni tímpanos que lo soporten. Sí que me han gustado los nuevos personajes humanos, liderados por un Mark Wahlberg que se está descubriendo como un héroe de acción nada despreciable, y algunos de los nuevos robots, cuyos diseños son bastante resultones (dinobots, lo que faltaba). De los efectos especiales no creo que haga falta decir nada a estas alturas, en ese aspecto Bay es un fucking boss y lo sabe.
Ver 'Transformers: La era de la extinción' es como zamparse cuatro Big Macs. Sabes que es comida basura y aun así te gusta, de modo que la primera te la comes gustosamente, e incluso la segunda, pero con la tercera ya estás a punto de reventar, y cuando llega la cuarta el acto de comer pasa de ser un placer a convertirse en un martirio. Si sustituimos las hamburguesas por explosiones y efectos especiales, ahí tenemos el símil. Es una película que se disfruta durante parte de su metraje, pero tan excesiva en todos los sentidos que llega a agotar, física y mentalmente. O igual soy yo que ya no estoy para estos trotes, porque si me hubiera pillado con diez años seguramente habría salido del cine con los ojos como platos. En cualquier caso, Michael Bay sigue siendo Michael Bay, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva.
Mi reacción tras ver 'Transformers: La era de la extinción':
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